Habilidad sobre voluntad

Floyd Mayweather (48-0, 26 KO) siempre encuentra la manera de ganar. Le sacó una ventaja mental y física a Manny Pacquiao (57-6-2, 38 KO) y se quedó por puntos y en fallo unánime con la pelea que, para bien o mal, definirá el legado de uno y otro en este deporte.

Mayweather es un tiempista. Dentro del ring entiende como nadie cuándo debe pegar, cuándo cubrirse, cuándo recostarse contra las sogas, cuándo regular y cuándo apretar el acelerador. Fuera del cuadrilatero, conoce a la perfección cuándo es el momento ideal para pelear con cada uno de sus rivales. Manny Pacquiao fue por más de cinco años el único en situación de discutirle su liderazgo. Durante ese tiempo Mayweather supo mirar para otro lado cada vez que alguien le reclamaba porqué no aceptaba una pelea con el filipino. Con Al Haymon, su asesor en las sombras, esperaron el momento ideal en que el combate generara más dinero que nunca y, a la vez, tuviera en frente al Pac Man más venido a menos de toda su carrera. Si la pensás dos segundos, mejor no le podría haber salido.

Todavía no hay números oficiales de cuántas casas en Estados Unidos decidieron pagar 99.95 dólares para ver pelear a Mayweather con Pacquiao, pero seguramente fue un éxito comercial que superará cualquier expectativa. Un indicio: la pelea arrancó 45 minutos más tarde de lo previsto debido a la saturación del sistema para procesar los pedidos de pay-per-view. En nuestro país, la transmisión de TV Pública llegó a 31.6 puntos de rating un sábado a la madrugada y sin que peleara un argentino. Seguro, el boxeo está muerto, cómo no.

En la previa escribí que lo veía mejor a Floyd y que llegaba con una leve ventaja. Más enchufado. Más fresco, física y mentalmente, más allá de la diferencia de edad en su contra. Francamente, hubiera querido equivocarme. De los dos, Manny Pacquiao es, por lejos, mi boxeador favorito. Pero no podía dejar de lado las llamativas señales que veía de su campamento de entrenamiento en Los Angeles. Los calambres en las piernas, los días de descanso, su entrenador Freddie Roach hablando de querer cerrar con llave el gimnasio y sin embargo cada vez más gente, y más famosos pasando a saludar y a sacarse una foto. Y más entrevistas y más comerciales con la cara de Manny, más el basket allá en Filipinas, y su banca en el congreso, y su compromiso con Dios y con la Biblia. Demasiadas distracciones de cara a la que debía ser la pelea más importante de su vida.

Los primeros tres asaltos de Floyd Mayweather fueron brillantes. Si hubo un momento claro de dominio de parte de alguno de los dos a lo largo de la pelea fue ese. Floyd puso su pie izquierdo bien adelante y sacó partido de sus brazos más largos para prohibirle a Pacquiao achicar distancias. Arrancó totalmente descolocado Manny y no pudo ajustar hasta el round 4. Ahí Mayweather empezó a meterse en cuerdas y Pacquiao cuando pudo encontrarlo lo lastimó. Desde ese momento se abrió otra pelea y se fueron repartiendo los asaltos. Pacquiao volvió a conmover a Floyd en el sexto episodio pero, a pesar de haber emparejado el trámite, se notaba que a Manny le faltaba un plus como para quebrar a Mayweather. Se lo veía un poco duro y le faltó aquel quiebre de cintura capaz de desconcertar a quien tuviera enfrente. Los dos estuvieron lejos de su mejor versión. Pacquiao tiró menos que nunca y falló más de la cuenta. Mayweather abusó del modo supervivencia. Cauto, pedaleó mucho para atrás y eligió cada uno de sus golpes tratando, como siempre, de no regalar nada.

Concedo que los dos están en un declive. Anoche sí vi a un Mayweather disminuído, aunque todavía capaz de paliar cualquier merma física con su inteligencia superior arriba del ring. Pacquiao claramente ha perdido uno o dos escalones. Justo ahora que parecía haber recuperado un poco de ese fuego y esa alegría de antes, su condición física lo abandonó. Las estadísticas de Compubox resultan elocuentes. En sus doce combates previos a éste, el filipino promedió 786 golpes tirados por pelea. Anoche ese número bajó, drásticamente, a 429, esto es 357 golpes por debajo de su media. En la conferencia de prensa posterior al combate, su promotor Bob Arum reveló que Manny venía arrastrando un desgarro en su hombro derecho y que la Comisión Atlética de Nevada no dejó que le aplicaran una inyección de lidocaína antes de la pelea para calmar el dolor. Este tipo de excusas no suelen caer bien entre los fanáticos. Hay que ponerle dignidad tanto a la victoria como a la derrota.

La bautizaron «La Pelea del Siglo» y aunque no fue mala, no estuvo a la altura de el uno y el dos del mundo. Quedó lejos en cuanto a calidad y emotividad de combates históricos como Ali/Frazier o aquellas de los ’80 con Leonard, Hagler, Hearns y Durán. Terminó siendo, según mi apreciación, una pelea bastante más pareja de lo que reflejaron las tarjetas de los jurados. Un fallo unánime con dos jueces que fallaron 116-112 y un zarpado que dio 118-110. Yo por televisión vi un empate, seis asaltos para cada uno, pero acepto que de haber un ganador ese debía ser Mayweather. No tendría problemas con una tarjeta de 7 rounds a 5. Pero 8 a 4 y ni hablar 10 a 2 me parecieron demasiado amplias, exageradas. [Storify: #MayPac round por round]

La tarjeta de ROUND CERO

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 TOTAL
Mayweather 10 10 10 9 10 9 10 9 9 9 10 9 114
Pacquiao 9 9 9 10 9 10 9 10 10 10 9 10 114

Para Floyd queda una pelea más en septiembre y basta, dijo. Lleva un tiempo avisando que perdió la pasión por el boxeo. También dijo que en los próximos días va a dejar vacantes todos sus cinturones para darles la chance a los que vienen detrás de pelear por un título. «Money» es el villano perfecto porque se nutre del odio que despierta entre los fanáticos, como un luchador de la WWE. En él conviven un boxeador extraordinario y un personaje despreciable.

Mayweather estará viviendo su hora más dulce, disfrutando el triunfo que definirá su legado. Pacquiao ya debe estar haciendo eso que lo hace más feliz, ir al templo a rezar con su esposa y sus hijos. Es el final de esta historia dominada por la habilidad de Floyd Mayweather para imponer sus condiciones, sus tiempos y su talento por sobre la voluntad de Manny Pacquiao y los otros 45 boxeadores que antes intentaron lo imposible: ganarle a quien, nos guste o no, debe ser reconocido como el mejor de esta época.

e.b.

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